Un letrero presidió nuestro acto, casi como advertencia, casi como indignada provocación:
"Sres. Jueces, no se preocupen de las víctimas. Uno de ustedes lo hizo y está procesado".
Desde luego no iba con José A. Martín Pallín, magistrado emérito del Tribunal Supremo que, además de un juez cercano y coherente con lo que las víctimas esperan de la judicatura, es una bella y sencilla persona.
"Sres. Jueces, no se preocupen de las víctimas. Uno de ustedes lo hizo y está procesado".
Desde luego no iba con José A. Martín Pallín, magistrado emérito del Tribunal Supremo que, además de un juez cercano y coherente con lo que las víctimas esperan de la judicatura, es una bella y sencilla persona.
Este es el segundo año que nos acompaña para dejarnos claro el valor de la justicia universal, que ya reconoció la II República, pionera en libertades, derechos y garantías, y las dificultades existentes en la España actual para aplicarla, sin ser juzgado en el intento. Nos habló de las verdades incuestionables que el clan del fascismo cavernario disfraza (al estilo de "su héroe" Millán Astray) para mantener enterrada la dignidad en los estercoleros de la dictadura. Y nos dijo que la valía y reconocimiento mundial de Baltasar Garzón no necesita a las víctimas del franquismo, pero estas si le necesitan a él.
Hay pocos magistrados con valía para desarrollar y defender su labor en este país pero, también sabemos con cierta esperanza, que Garzón no es el único.
Señor juez, muchas gracias.
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